Cuando la excusa es Google

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Los medios de prensa informan con un compromiso publicitario, ideológico, político o comercial , no con el que su audiencia espera, ¿o no? ¿asistimos a la pérdida del significado de la información, en la línea que en su día teorizó Adorno?

Hoy la Sociedad de la información es esencialmente electrónica y digital. Lo analógico naufragó .

Una consecuencia evidente es la caída en picado de la difusión del papel prensa .

Nadie, salvo por lectura de cortesía, lee fuera de la pantalla. Los amantes de la celulosa han desaparecido del metro y del autobús, del bar y los restaurantes. Lo táctil es el pixel.

La estampida de los grupos de prensa hacia fórmulas de supervivencia en este entorno les ha llevado a cualquier estrategia de exterminación. Para ello, el chivo expiatorio ha sido Google.

La desaparición del concepto de periódico es una verdad cruda de asumir por los grandes editores, pero no hay más remedio que aceptarla. Y el entierro lo tiene que pagar el Gran Buscador.

Entonces, ¿cualquier proveedor tendría que pasar por el mismo impuesto que exigen los editores o grupos de comunicación, cualquier web que cite o recoja links de noticias, vídeos o cualquier dato procedente de una fuente externa?

Llevado al extremo, desaparecería el modelo hipertextual. Con ese proceso solo volveríamos a una situación regresiva del derecho a la información, censurándose cualquier herramienta informática que permita la búsqueda y selección de información. La historia prueba que la autorización previa y la censura siempre reaparecen cuando el medio inquieta con su libertad.

La fiesta estaba asegurada con el modelo tradicional de supervivencia a través de la publicidad convencional, incluso a través de nuestros impuestos, que todavía aún soportan el lastre de empresas de comunicación, vendidas en algunos casos de un modo espantoso a la voz de su amo político.

Pero la audiencia de Internet no perdona. Cabalga sobre la innovación disruptiva constante. En una década se ha transformado el modo de comunicarnos, personalmente, colectivamente y obliga a decir adiós a modelos de negocio que han perdido todo su valor diferencial para la galaxia cibercultural.

Nunca habíamos vivido en un periodo tan corto de tiempo la transformación del canal, y además, no parece que vaya a ralentizarse.

En caída libre y sin paracaídas de repuesto. Esa es la tendencia del papel prensa. Pero sobre todo es la evolución del propio sector de la publicidad el que produce vértigo.

Quizá sea el momento de llamar a las cosas por su nombre, de revisar los errores estratégicos como empresa. Reconocer que se quiso seguir en la mina sabiendo que la montaña se venía abajo.

No será lo mismo para la prensa de papel, como no lo será para  el cine, la radio, o la televisión. Basta echar una mirada 50 años atrás. Es solo cuestión de tiempo. Intentar piratear el barco cargado de de oro que viene del nuevo continente de la comunicación es poco elegante, casi un delito. Sea Google u otro, no es lo que la AEDE o la prensa, o las agencias de publicidad  deben hacer.

La segregación de la actividad de Google, promovida desde la Unión europea,  es una demostración de la impotencia innovadora de ciertos  sectores de la comunicación. No construyen comunidad, ni ayudan al usuario final. Están fuera de la cultura colaborativa del conocimiento y se mantienen en el medievo de los principios y valores.

Realmente,  a las víctimas del «superbuscador» solo les queda transformarse y adaptarse al mundo digitalizado e hiperconectado, replantearse sus oportunidades de negocio y revisar cual es realmente su misión

¿Serán capaces de gestionar ese cambio?

¿Seguirán buscando el amparo de la ley y la presión lobista para mantener su estatus artificial?

 

 

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