En el filme recién estrenado Gravity llega un momento en que la personalidad de George Clooney es esencial para que Sandra Bullock cumpla su misión. Estamos a 600 km sobre la tierra y todo es imposible. No hay internet, ni teléfonos móviles. Sin presión atmosférica y mucho menos oxígeno. Es un escenario de crisis total.
Y aquí está la clave. Clooney no interviene presencialmente en la escena pero le dará seguridad a la astronauta para encontrar una posible vía de solución. Proyecta el poder de su experiencia y veteranía sin estar presente. En definitiva, su reputación.
En comunicación es frecuente que nos planteemos la necesidad de que el público objetivo entienda la misión de nuestra organización y se identifique con ella. Podemos lograr incluso la fidelización de nuestra marca, su conversión en ventas y el éxito comercial. Pero no acaba aquí el proceso. Es una trayectoria que va más allá de la conversión. El resultado final después de grandes esfuerzos trasciende a millones de kilómetros fuera de nuestra empresa y es lo que entendemos como reputación.
Refiriéndonos, por ejemplo, a organizaciones que buscan la movilización por causas justas y altruistas, como ONGs o similares, estamos transmitiendo valores muy diferentes a los puramente comerciales. En este sentido, el error será caer en el sensacionalismo y comercializar la desgracia ajena, extremo que se asocia a determinados contenidos en medios de comunicación.
Para encontrar la ruta más idónea, es interesante el esquema de dos conocidos expertos en la dirección por misiones: Pablo Cardona (CEIBS-IESE) y Carlos Rey (UIC). Dicho modelo ideado para implantar la misión en las organizaciones puede ser muy inspirador y funcionar.
Así es. Existe un complejo proceso por el que las personas nos adscribimos a ciertas ideas o movimientos, incluso en el plano organizacional, a comunidades y grupos de personas. No queremos comprar, sino ayudar, y nos inspiran y emocionan sus objetivos. La comunicación sólo funcionará si está unida a la misión original, porque es su fuente de inspiración.
La reputación está formada hoy más que nunca por la confluencia de creencias y evidencias que circulan en las redes sociales o en las opiniones de los influencers. Todo ello fundamenta la coherencia pública de lo que somos. Pone en boca de la gente a qué estamos realmente llamados.
Un plan de reputación online construye el lado positivo de una persona o institución y apuntala además todo lo que originariamente habíamos ideado en la misión de nuestra organización. Esa construcción es progresiva y necesita analizarse, medirse y concretarse en objetivos.
Si queremos que nuestra misión convierta y tengamos una reputación coherente hay que situarla en condiciones en el diálogo social. Ese diálogo se produce además dentro de nuestra casa y fuera de ella, es decir, en la comunicación interna y externa. Son las nuevas reglas.
Podemos tener la misión más atractiva del mundo, pero es posible que pase desapercibida ante cientos de millones de usuarios de Internet. Hay alguien allá en las redes pensado en ti. EnPrestigia sabemos que la misión se puede ver y tocar. Es el momento de posicionarla promoviendo su reputación.