Excelente el análisis de diversos expertos sobre el «empoderamiento digital» y su brecha – con sus luces y sombras- que publica en su último número la revista EPI.
Especialmente resulta inquietante la observación de uno de sus autores, Andreu Casero: » Aquellos que ocupan posiciones sociales privilegiadas, por su nivel educativo, y usan más internet, parten con ventaja frente a aquellos que no y, con ello, su preeminencia se refuerza».
El viejo tema de la «brecha digital» es tan antiguo como la capacidad adquisitiva y el acceso a la información, preocupación que existía en los inicios de la investigación en comunicación en Europa. Pero hoy, por la alfabetización y la potencia tecnológica, se hace más evidente.
La misma publicación ofrecía recientemente otro análisis espectacular a cargo de Jorge Serrano, sobre lo que evolucionará en el escenario mediático próximamente: auge de la inteligencia artificial, inmediatez, personalización, big data, internet de las cosas, y variedad de tipos y canales de interacción.
Bien, estos enfoques serios nos ayudan y son el mejor exponente que se puede encontrar desde el ámbito académico.
El problema está en que la basura informativa también crece exponencialmente, lo que unido a la brecha y la sofistificación tecnológica, sin olvidar el márketing y la manipulación, o el monopolismo googeliano, nos sitúa en un presa de pantano a punto de resquebrajarse.
¿Quién pierde y gana? Una viñeta genial de Matt Wuerker pega una bofetada ninja a los medios, a los comunicadores, a las universidades, a los investigadores y a los predicadores de la ética profesional.
¿Sabremos si lo que leeremos mañana es publicidad, una noticia robot, una campaña SEO, un fake, o una estrategia de linchamiento digital?
Demasiados cambios en los modelos de comunicación tradicionales y demasiados actores interesados en aprovechar la pureza de la verdad. El poder de la realidad está vigente. El reto será preservarlo antes de que otros la desnaturalicen.
Felicidades EPI.